Un día reflexionando sobre mi incomprensible
forma de tomar decisiones recordé un texto que hablaba sobre la inteligencia de
las marionetas de este mundo llamadas humanos.
No todas las decisiones nacen de la cabeza y
del corazón, hay otra parte de nuestro cuerpo que concluye nuestros pensamientos
y actúa por nosotros…la tripa. La tripa alberga una inteligencia menospreciada
por todos, pero al final las mejores decisiones surgen siempre cuando ésta
entra en equilibrio con el corazón.
Cuando una persona ocupa un milímetro
importante en tu esquema vital, por muy rápido que ésta haya pasado, es porque
ha entrado por tu tripa, ha pasado por tu corazón y se queda en tu cabeza para
siempre.
La
cabeza solo nos sirve para formar un conjunto de palabras y describir lo que
sentimos en la tripa. La tripa expulsa el amor y el miedo a nuestro cuerpo y estas
dos banalidades diabólicas siempre determinan nuestras conductas. Pero desde
pequeños nos acostumbramos a ocultar nuestra vulnerabilidad y esconder lo que
sentimos y pensamos, y nuestro ajuste emocional no lo conseguimos hasta que no expresamos
lo que sentimos.
Si ni siquiera sabemos lo que
camina por nuestros adentros no nos debería extrañar que no sepamos tomar decisiones acertadas.
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