Tengo que reconocer que la introversión me ganó la partida durante 18 años. No sé si por el lugar, por el entorno, por la compañía o quién sabe por qué, pero el caparazón se me hizo cada día más grande y llegó un momento en el que no supe cómo pararlo.
Tardes y noches pensando en la extraña situación y al final deduje que la mejor manera era dejar pasar el tiempo y que algún día algo me llevase a dar el paso.
Hoy me levanté feliz, sentimiento extraño impropio de un domingo en este cuarto cuadriculado de la aburrida ciudad de Valladolid. Entonces comencé a romper barreras, a estirar las alas y a saltar de este 3º piso. Me quité la camisa y la ropa interior, ni siquiera me peiné, pero de repente sentí una bocanada de aire fresco.
Las cosas no están siendo fáciles pero el camino a la metamorfosis está siendo dulce, también atractivo pero sobre todo dulce.
Tardes y noches pensando en la extraña situación y al final deduje que la mejor manera era dejar pasar el tiempo y que algún día algo me llevase a dar el paso.
Hoy me levanté feliz, sentimiento extraño impropio de un domingo en este cuarto cuadriculado de la aburrida ciudad de Valladolid. Entonces comencé a romper barreras, a estirar las alas y a saltar de este 3º piso. Me quité la camisa y la ropa interior, ni siquiera me peiné, pero de repente sentí una bocanada de aire fresco.
Las cosas no están siendo fáciles pero el camino a la metamorfosis está siendo dulce, también atractivo pero sobre todo dulce.